Winston Churchill

El orondo primer ministro del Reino Unido durante la II Guerra Mundial fumaba grandes puros de la exclusiva marca Romeo y Julieta, bebía Johnnie Walker de etiqueta y tomaba brandy, vinos y champaña para acompañar muchas de sus comidas. También fue un animal político, un gran escritor y un orador increíble cuyos discursos y decisiones fueron clave para vencer a Hitler.

 “Yo diría a la Cámara, como dije a todos los que se han incorporado a este Gobierno: No tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”.

Winston Churchill, ante la Cámara de los Comunes el 13 de Mayo de 1.940.

Sin duda, son palabras de una fuerza y un sentimiento fuera de lo común pero… fueron escritas por Lord Byron en uno de sus poemas en La Edad de Bronce, publicada en 1823. ¡Qué curioso!

En 1843, Giuseppe Garibaldi arengó en estos términos a los soldados que le acompañaban en la defensa de la República Italiana frente a los franceses enviados por Napoleón III. ¡Qué coincidencia!

En 1886 ya hay una referencia muy parecida en la obra Las Bostonianas de Henry James y en 1897, siendo Theodore Roosevelt el Secretario de la Marina Estadounidense, ya utilizó estas palabras en términos muy similares. ¡Qué desconcierto!

¿Son palabras dichas con el corazón o son palabras de contrastada efectividad? Desde el corazón se habla con espontaneidad, desde el corazón no se le dice a nadie que se le quiere recitándole versos de Lorca sin hacerle saber, al menos, que son del poeta.

En 1953, Wiston Churchill recibió el premio nobel de literatura, lo que supuso una gran decepción para él porque su gran anhelo siempre fue recibir el Nobel de la Paz.

Imaginemos…

  • Buenos días, como miembro del Comité Noruego para el Premio Nobel de la Paz, ha sido usted elegido en una prueba piloto para acercar los Premios a la ciudadanía. Debe usted pensar en un personaje histórico que, según su criterio, hubiera sido merecedor del Nobel de la Paz y no lo haya obtenido. Muchas gracias.

¿Cuál sería su personaje? Piénselo un momento.

Estos tres nombres fueron propuestos, y es un dato real, por destacados miembros de la clase política internacional: Adolf Hitler en 1939, Stalin en 1945 y 1948, y Fidel Castro en 2001.

¿Pensó en alguno de ellos? Seguro que no.

En 1940, el Ejército Inglés descubre en su misión “León Marino” que Alemania planea invadir Gran Bretaña y pone en marcha unas oficinas de reclutamiento que conformen la Guardia Nacional para la defensa de la isla.

En sus puertas, un sargento se encarga de arengar  apasionadamente a todos los transeúntes:

– “¡Vamos a defender nuestra patria. Vamos a cumplir nuestro deber. Vamos a dar la vida por nuestros hijos, nuestro país, nuestra historia!”.

– “¡Cuente conmigo, Señor!” – grita un joven entusiasmado – “Es un orgullo defender y luchar por todo en lo que creo”.

¿Por qué quienes van a la guerra y quienes la deciden nunca coinciden?

Los motivos que han provocado una guerra a lo largo de nuestra historia siempre tienen un fondo económico, territorial o de ansias de poder, aunque la excusa sea cualquier otro incidente.

¡Pero los mismos que nos llevan a la guerra después de un tiempo de muertes, destrucción y miseria son los que se sientan a firmar la paz!

¿Acaso este tiempo entre la declaración de guerra y la firma de la paz es necesario?

Me pregunto si ese tiempo no sería más corto si fueran los mandatarios y sus familias quienes sufrieran los horrores del conflicto.

Un buen discurso y las masas es una combinación más efectista que efectiva.

Las guerras son de una ética desconcertante. Alguien tiene que pensar, dirigir y proteger el orden que está en peligro. Protejamos al que puso en peligro el orden que él mismo representa y hagámoslo con nuestras vidas. Y así pasa en el otro bando que manda a sus ejércitos y dejando a buen recaudo y protegido al que tampoco supo mantener la paz. ¡Qué locura la nuestra!

Stalin, Castro y Hitler son propuestos para el Premio Nobel. El gran Churchill plagia su más famosa frase motivadora y fuma puros caros mientras sus tropas pasan hambre. ¿Quién y cómo nos guían?

¿Por qué meterse con Churchill? No lo hago. Todo lo contrario. Él fue un ejemplo de político en tiempos de guerra. Fue un hombre admirable que no tenía problemas para ir al frente, tal era su compromiso. Su figura es esencial para la historia.

Pero mientras existen cartillas de racionamiento, él fuma puros caros y bebe whisky de marca. Mientras los hombres van a la guerra dejando todo atrás por defender unos ideales, él y otros como él quedan en la retaguardia para “planificar y pensar”. Que cuando los hombres escuchan sus discursos llenos de alma, sentimiento y corazón, resulta que han sido sacados de un libro y utilizados en más de una ocasión con el mismo fin por otros dirigentes. Solo eso.

Churchill es una figura de suma importancia en la historia de la humanidad. Fue un gran líder y sería injusto decir lo contrario. De los mejores. Pero amigos, ni siquiera el gran Churchill soporta la comparación del ejercicio ético del poder con el hecho de llevar a un pueblo a la guerra, aunque sea para defender aquello en lo que cree.

Si uno de los mejores pierde ese pulso, del resto, mejor no hablar. Exijamos a nuestros dirigentes un gobierno que procure que nuestras vidas sean mejores y cuya única finalidad esté marcada por el progreso, la búsqueda de la felicidad y la paz.

Les deseo lo mejor a todos y cada uno de ustedes.

Muchas gracias!!!

Koans

Siempre me han gustado los bares, me parecen lugares que invitan a la diversión y a la conversación y hace años, yo tenía un bar de copas llamado “Drumon”.

Allí se hacían conciertos, teatro, se montaban fiestas temáticas y tratábamos de que no solo fuera un lugar de reunión en el que tomar alcohol y bailar de viernes a domingo, tratábamos de poner en práctica cualquier locura creativa que se nos viniera a la cabeza.

  –  ¿Y si proponemos a los clientes que inventen sus propios Koans? Les explicamos lo que son y vemos qué se les ocurre.

Los Koans se comienzan a utilizar en Japón en el S. XII por el maestro Myoan Eisai y consisten en preguntas que se plantean al discípulo para calibrar su avance hacia la iluminación. La cuestión que se plantea es lo menos relevante. El maestro trata de apartar al discípulo de las seguridades del pensamiento lógico desarrollando el pensamiento lateral.

– ¿Un concurso de Koans japoneses en un bar de copas? ¡Me gusta!


Así que colocamos en la barra del bar un cartel con la definición de Koan y las bases del concurso, y al lado, unas tarjetas y unos bolígrafos en una cesta, todo ambientado con motivos japoneses. Por último, unos pergaminos con los Koans más famosos, que pudieran servir como inspiración.

“El maestro hace un palmoteo y dice: Este es el sonido de dos manos, ¿cuál es el sonido de una sola mano?”

Que el discípulo encuentre la solución no es lo más importante; intentar resolverlo abre nuestra mente hacia nuevos lugares, nos obliga a pensar de manera diferente y si logramos interiorizar esa nueva manera de pensar y hacerla nuestra, estamos avanzando. Como diría el maestro: nos acercamos a la iluminación.

Así que, al cabo de unas semanas, abrimos la cesta de los Koans. ¡Y había muchísimos! Nunca olvidaré el primero de ellos:

“Si los gallos cantan, ¿pueden ir a Eurovisión?”.

No paramos de reírnos durante mucho rato, sabiendo que seguramente este sería de los más serios. ¿Acaso alguien esperaba otra cosa en un bar de copas?

Cuando un discípulo intenta resolver un koan, intenta dar respuesta a algo que quizá no la tenga, o tal vez, las respuestas sean múltiples y siempre sometidas a la subjetiva aprobación de aquel que lo formula.

De igual modo ocurre con muchas situaciones de nuestra vida. Nos llegan y no encontramos respuesta fácil ni difícil. Otras veces, la solución a los acontecimientos está sometida a la aprobación de una persona, un grupo o unas reglas sociales.

Demócrito dijo: “El agua puede ser buena o mala, útil o peligrosa. Pero para el peligro puede hallarse un remedio: aprender a nadar”.

El peligro es el bloqueo, el inmovilismo, el fracaso. Ante una situación sin salida, cuando nos enfrentamos a una encrucijada en la que no encontramos una solución, podemos aprender a nadar. Porque eso implica también aprender a flotar y avanzar en un medio como el agua, que no es el nuestro.

Los Koans, como muchas situaciones de la vida nos obligan a pensar y a actuar diferente, con un pensamiento creativo, porque son acertijos cuya solución se aleja de un pensamiento lógico. La clave es hacerlo de forma natural y mecánica, disfrutando del proceso, nos acerque a la solución o no.

“¿Dónde buscamos el tiempo perdido?”

¡Bestial! Este fue realmente muy bueno. Si esto es un koan o no, yo no lo sé, aunque da lo mismo.

Piensen.

Para mí, el verdadero interés de los Koans está en su capacidad de generar nuevas formas de pensamiento y nuevas respuestas a cualquier pregunta.

El avance está en el proceso y la nueva focalización. Es allí donde encontraremos la solución y eso nos ayudará a estar centrados en le presente.

Se explica perfectamente con el famoso poema de Antonio Machado:

“Caminante, son tus huellas

el camino y nada más;

Caminante, no hay camino,

se hace camino al andar”.

 Recuerden, la vida feliz se simplifica en la consecución de sueños y la resolución de problemas.

Proceso, focalización diferente y presente.

Aquí está la clave del cambio.

“Dos monjes discutían sobre la bandera del templo que ondeaba al viento.

Uno dijo: “La bandera se mueve”.

El otro dijo: ”El viento se mueve”.

Discutieron de un lado a otro, pero no pudieron ponerse de acuerdo.

Hui-neng, el sexto patriarca, dijo: “¡Caballeros! No es la bandera la que se mueve. No es el viento el que se mueve. Es tu mente la que se mueve”.

Los dos monjes se asombraron.

¿Hasta dónde lo que ocurre, lo hace fuera de nuestra mente? Hemos de trabajar todo lo que acontece y nos afecta fuera de nosotros pero sobre todo, hemos de trabajar nuestro interior, la percepción y la interpretación que hacemos de los acontecimientos externos.

Seguro que han oído frases del tipo: “ese hombre es un asesino, pero claro, su padre fue un asesino”. Y también “ese hombre se hizo misionero, tuvo una infancia muy dura, su padre fue un asesino”.

Los antecedentes son objetivamente iguales, las reacciones totalmente diferentes.La clave está en la focalización y sobre todo en cómo procesamos esos acontecimientos. Los Koans son pruebas para disfrutar del proceso y de una nueva focalización ante lo que se nos plantea al margen del éxito final.

Un monje le preguntó a Kegon: “¿Cómo regresa un iluminado al mundo ordinario?”

Kegon respondió: “Un espejo roto nunca vuelve a reflejarse; las flores caídas nunca vuelven a  las viejas ramas”.

Una vez tomamos y mecanizamos una forma de acometer los retos, los sueños, la vida en todas sus facetas, todo cambia. Ya no se vuelve atrás porque lo hemos interiorizado y lo hemos hecho nuestro.

El siguiente paso es que eso ocurra sin esfuerzo, que fluya, y que lo haga en armonía, sabiendo cuál es nuestra meta y disfrutando del proceso hacia ella como el caminante que avanza por el camino. Cada paso que damos es el que anima al siguiente y así conseguimos una continua retroalimentación.

– Maestro, ¿qué haces tú para estar en el camino verdadero?

– Cuando tengo hambre, como; cuando tengo sueño, duermo.

– Pero esas cosas las hace todo el mundo.

– No es cierto. Cuando los demás comen piensan en mil cosas a la vez. Cuando duermen, sueñan con mil cosas a la vez. Por eso yo me diferencio de los demás y estoy en el camino verdadero.

El maestro se concentra en cada pequeño paso, en cada instante de cada acción que realiza. Y lo hace focalizándose en lo bueno de ese instante extrayendo de ese pequeño momento lo que puede ayudarle a ser mejor y sentirse mejor.

Cada suspiro de su vida está centrado en el proceso, en el focalización diferente y positiva, y en el presente.

Este fue el ganador del primer concurso de Koans celebrado en mi bar de copas:

– Maestro, discutí con mi amigo. Me pidió que lo dejase en paz pero como no estaba en paz porque está claramente cabreado, no me aparté de él. ¿Debí dejarlo?

Solo conseguimos pensar y reírnos. Ver cómo debajo de un cliente al que solo conocíamos de tomar copas, había una persona con la capacidad de divertirse pensando, ironía y la profundidad de un Koan, fue un descubrimiento.

En realidad lo único claro que pude sacar de aquél curioso concurso es que las personas estamos deseando pensar de forma diferente.

Nos ayuda a ver que hay otra forma de focalizar, que existen infinitas formas de acometer un reto, que hay múltiples maneras de procesar una misma situación.

Y por último, que todos son válidos si son válidos para ti. Sin importar la forma de llegar a ellos.

Por cierto, escribiendo este texto me he dado cuenta de un detalle curioso: Años después traspasé el bar y a día de hoy, sigue abierto y voy a menudo. Eso sí, ha cambiado de nombre. Ahora se llama, “Maestro”.

Así que, esta vez, me quiero despedir de ustedes con un Koan que espero les haga pensar o les haga reír.

Maestro,

Un despido sin finiquito,

¿es un hasta luego?